sábado, 27 de septiembre de 2014

El feminismo está de moda en España



En las últimas semanas he encontrado a través de las redes sociales un puñado de informaciones de carácter feminista. Encabezado por el discurso inspirador de Emma Watson en la sede de la ONU y seguido por el orgullo de la presentadora de televisión Tania Llasera luciendo prendas de tallas grandes o por el logro de Soraya Sáenz de Santamaría convertida, a principios de semana, en la mujer con más poder institucional en España desde Isabel II…dos siglos atrás. Asimismo, la cancelación de la entrada en vigor de la ley del aborto de Gallardón, junto a su dimisión, también es motivo de celebración feminista. Sí, durante el aluvión de noticias, me he tropezado con algunas publicaciones donde el hombre ha sido protagonista. Sin embargo, ninguna como esta.

El concepto de lo que es y dejar de ser feminista parece flotar en el aire. Esta palabra se asocia a las mujeres, pero, quizá, lo único que tengan en común con ellas sea la raíz del término que las engloba dentro de un mismo género (“femenino”). Para aquellos desconocedores de cuanto acontece en su alrededor, cabría realizar una evidente diferenciación con el término “hembrismo” o, lo que es lo mismo, un “machismo” invertido y maquillado –en el buen sentido de la expresión-. No obstante, esta cuestión va más allá de sexos, discriminaciones y, probablemente, tú compartas su significado si tienes en cuenta que el feminismo defiende la igualdad entre hombres y mujeres en cuanto a aspectos sociales, económicos y políticos se refiere.

Vivimos en un mundo, en un país, machista. Lo afirmo. Y como nos encantan las etiquetas y nos hallamos en la incertidumbre si no hacemos uso de ellas, me he molestado en traspasar la definición de dos palabras desde el mismísimo diccionario de la Real Academia Española (RAE), vivo reflejo de nuestra sociedad. Así, vincula lo femenino con ser “débil, endeble”, lo masculino con “enérgico” y lamenta a los huérfanos de España en la ausencia de sus progenitores, “especialmente” cuando haya sido el padre quien ha muerto. Sin embargo, y para lograr un mayor entendimiento, podemos visualizar esta marginación durante nuestro día a día. En costumbres tan simples como la de ir a un supermercado a hacer la compra y encontrarte, por casualidad y sin darte cuenta, con que, entre peras y pepinos, aparece lo subliminal: “inteligente como papá” en azul para tu hijo, “bella como mamá” en rosa para tu hija. Aunque estén en lo cierto y tu madre sea guapísima, será también inteligente como para no comprar tales prendas.


La exclusión también aparece de fiesta y se cuela en las discotecas. Se aferra tan fuerte como la mano de Noel, o Santana, sobre el culo o pecho de alguna de sus seguidoras que, contentas mientras perdían su dignidad, notaban cómo exprimían al máximo su momento de felicidad y posaban en el photocall junto a una gran falta de respeto. Como ves, el machismo no solo es impulsado por hombres, sino también por ellas. Tal vez lo entiendas cuando te dirijas a ese bar donde te das cuenta de que las mujeres entran gratis y los chicos, como tú, tienen que pagar. Quizá sea la ocasión en que vivas este problema social como protagonista y la vez que más rabia sientas ante el hecho. Pero no hay tiempo para lamentaciones, porque te niegas a pagar y sales de aquel local corriendo…como una nena.

No me gusta generalizar y evito caer ante ello. Al igual que la totalidad de los aficionados al fútbol no son “ultras”, de la misma forma en que el sumo de los periodistas no pecamos de sensacionalismo, el conjunto de feministas, en este caso, tampoco somos, ni mucho menos, de ideas cerradas. Pues, ¿qué existe más bello que el cuerpo de una mujer? La sexualidad que en ellos yace no es más que su competencia…y el resto alabando tal obra de arte. (Ver "Batalla entre culos y feminismo").

Efectivamente, el feminismo está de moda en España. Y esto es, a su vez, una realidad un tanto agridulce. Positivo, por un lado, ya que al ser tendencia un mayor número de españoles quedarán salpicados por ella, convirtiéndola en hábito. Negativo, por otro, puesto que estas acaban por cansar e implica, peor aún, su futura desaparición. 

Confío en que la RAE publique algún día una nueva edición de ejemplares que goce de numerosas correcciones sexistas e incluya nuevas etiquetas que nos tranquilicen. Cuando ese momento llegue, significará que nuestra sociedad ha avanzado. Pues, ¿qué existe más acreditado que un diccionario? Ser feminista, y todo lo que ello conlleva, podría dejar de ser una moda en nuestro país y se convertiría en costumbre. Recemos pues por la longevidad de la tendencia hasta entonces y, mientras, conformémonos con leer estradas como esta.



"A change is gonna come"