viernes, 11 de abril de 2014

La realidad de Beyoncé en Barcelona


Beyoncé es uno de esos artistas que debes ver en directo una vez en la vida, como mínimo. Eres consciente y, por ello, no pudiste desaprovechar la oportunidad de disfrutar con ella el pasado marzo en Barcelona. No lo hiciste. Y si cometiste la fatal decisión de no asistir al Palau Sant Jordi…posiblemente te arrepentirás, al menos, después de haber leído esta entrada.

Los motivos para ver en directo a la intérprete de “Crazy In Love” son infinitos y suficientes para escribir una entrada entera dedicada a su talento. Algunos, como su increíble voz, puesta en escena o bailes frenéticos, junto a su físico, representan la evidencia…aunque la moda también influye.

Desde que lanzara al mercado su quinto álbum, por sorpresa y sin promoción, la cantante ha marcado un antes y un después en la industria musical. Se habla de ella más que nunca, a pesar de haber conseguido la fama mediática reconocida internacionalmente hace ya muchos años. Beyoncé se encuentra en el grupo de artistas únicos y, en su lugar, parece no tener límites.

Aún no se ha cumplido un mes desde que arrasara Barcelona con el espectáculo de su última gira “Mrs. Carter Show”. Y es que muchos, entre los que me incluyo, continuamos asimilando el derroche de talento que nos ofreció aquel 24 de marzo. 

Existe un gran porcentaje de la población española que no fue testigo de tan marcada fecha. Algunos por indiferencia, otros por desconocimiento o por mala suerte en el momento de la compra de entradas. Era la primera vez que la artista visitaba España después de cinco años. El ansia de sus seguidores, y de los que no son tanto,  fue la responsable de que en 15 minutos se agotaran los tickets a través de internet. Del total de esas 18.000 entradas vendidas fugazmente yo fui uno de los agraciados. Por eso, hoy, puedo contar la realidad de Beyoncé en Barcelona sin contrastar fuentes profesionales que informaron del concierto al día siguiente y a través de los medios de comunicación. Fuentes que, posiblemente, configuren ese porcentaje de desafortunados citados al comienzo del párrafo.

Sin embargo, aquello sobre lo que los medios no informaron fue lo que realmente hizo especial ese concierto, el antepenúltimo de una gira de casi un año de duración que culminó con un total de 132 “shows” a lo largo de 66 ciudades diferentes. Pero no…el cansancio no fue motivo suficiente para frenar al huracán Beyoncé con su última gira que, además de proclamarse como la más exitosa del 2013 por una artista femenina, ha logrado convertirse en la más demandada durante su carrera.

Eran las 21:20 horas. Beyoncé emergió a la superficie del escenario entre llamaradas de fuego y un gran foco que la apuntaba. Una cara esculpida por ángeles, semblante desafiante y en sus ojos poderío. El resto…un cuerpo transportado a la tierra desde el Olimpo. Y así quince segundos, sin dirigir ninguna palabra y solo trasladando su mirada entre los asistentes quienes, hechizados ante tal presencia, llevaron su locura al extremo. Los decibelios traspasaron las paredes subterráneas del Palau Sant Jordi y estallaron en el exterior como un volcán. Beyoncé estaba allí. 



Tras esos primeros segundos, “Barcelona” fue el único vocablo que emitió la artista antes de empezar con su espectáculo…entre gritos y ovaciones. Un “show” de una hora y media de duración, aproximada, donde los sentimientos se palpaban a flor de piel entre un mar de diferentes sensaciones. Una veintena de canciones fueron coreadas aquella noche…y hasta aquí ninguna novedad.

Los medios no informaron. El resto del país no se enteró de que Beyoncé cantó en español uno de sus temas en directo y que, además, lo coreó al unísono con los millares de personas allí presentes. España no pudo enterarse de las incontables veces que la artista se bajó del escenario para saludar a sus seguidores, darles la mano y simpatizar con ellos. Los medios no informaron, y dejaron que la falsa imagen de diva intocable continuara ligada a su nombre. No se publicó que Beyoncé agradeció al público en muchas ocasiones su gran entrega…y por ello tampoco se supo que aquí, en España, es en uno de los países donde más se le desea. No se informó. Como tampoco lo hicieron sobre los miles de globos (amarillos y negros) que flotaban en el estadio casi al finalizar el concierto, o sobre la cincuentena de abejas de peluche que volaron hasta el escenario cuando hubo terminado. Una vez más, Beyoncé sorprendida. 

Yo lo presencié en primera persona. Fui testigo de cómo no necesita una escenografía llamativa para sorprender y volver loco al público, de su capacidad para cantar en directo, sin “playback”, a ritmo frenético o entre baladas, de cómo es verdad que siempre ofrece el 100% de sí misma. Lo supe y lo vi. Sí. Observé cómo Beyoncé no entendía de razas, sexos, físicos o ideologías. Y, así, recogió del suelo una bandera española, bailó con ella, y se despidió de los 18.000 asistentes entre una nueva gran ovación. Una bandera de España en Cataluña que no supuso ningún abucheo…hasta que días más tarde los sectores más independistas, quizás alentados por la presencia de Piqué en el concierto, criticaran a la artista por tal gesto.

La realidad sobre lo que ocurrió en Barcelona aquel 24 de marzo para mí, y para muchos otros, es la huella, nuestra huella, en la historia. Y es que dentro de 20 años podremos decir: “¿Te acuerdas de cuando fuimos a aquel concierto de Beyoncé?”.

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