martes, 20 de mayo de 2014

Sobre la música de aguas canarias



Odio la política. Antes y después de tener verdaderos conocimientos acerca de ella. Por eso nunca pensé que fuera a escribir sobre asuntos políticos. Tampoco es la primera vez que me aventuro a hacerlo…aunque quizá sí la ocasión en la que más seguro me he encontrado. Y qué feo queda leer sobre política ante una estampa tan espectacular.
  
He invertido una grandiosa cantidad de mi tiempo en documentarme sobre lo que envuelve a la decisión de extraer petróleo en el archipiélago donde vivo. Y no ha sido por voluntad propia. La razón es simple: un trabajo de fin de curso.

No deseo que este artículo se convierta en ese donde lees cifras, porcentajes o declaraciones en las que te pierdes. Pero un centenar de piezas informativas, de opinión y un exhaustivo análisis a lo largo de los últimos meses me han servido para darme cuenta de algunas evidencias y de un hecho. Las evidencias: la mayoría de políticos toman decisiones por propios intereses económicos, no importa que exista la contradicción…el paso de los años hará que todo se olvide (o al menos eso se piensan), para aprobar un decreto lo deben hacer con ojos que no ven y que, por desgracia y tópico, el dinero es quien mueve sus mundos fríos y con corazones que no sienten. El hecho: sí, continúo odiando la política.

Como canario debo opinar, al menos. Y me posiciono en contra. Quizá sea la postura menos complicada de defender, la que mejor se ve a juicio de mi sociedad o la más aceptada. Pero tengo mis propios argumentos y demuestro que no me los invento.

El verano para mí, y para muchos canarios, es la estación cuya llegada más ansiamos. Vivir en unas islas donde el clima tropical te permite disfrutar de la naturaleza en manga corta casi la mayor parte del año…tiene mucho que ver. Esperar hasta junio para disfrutar sin preocupaciones de un verano que ha comenzado en la primavera nos acaba pareciendo injusto. Y no queremos que lo sea por otro motivo más que ese.

Por eso me imagino un verano en que el pueblo se manifiesta en contra del petróleo, una vez más. Un momento del año impregnado por leyes y decretos donde los únicos colores que veamos en las calles sean de diferentes partidos políticos. Una estación en la que se aprecie una enorme plataforma petrolífera dibujada en el horizonte de un atardecer de postal. Me imagino un verano donde la música que bañe nuestras aguas sea negra. Negra del vertido del petróleo ocasionado por una mínima fuga. Y es que nadie nos ha preguntado, pero no queremos que Amaral nos incluya en una nueva ratonera donde los políticos acaben bebiendo petróleo hasta explotar sus vejigas…aunque suene bien.

Nos llena de orgullo que desde fuera se hable de Canarias como el paraíso donde vivimos unos cuantos afortunados. Nos encanta que cada año visiten nuestras tierras extranjeros de todas las partes del mundo, desde enero hasta diciembre. Nos agrada que el turismo sea el motor que active el dinero en las islas…y que este no reciba combustible desde Repsol.

Sin embargo, y por encima de todo, existe un sentimiento que va más allá de nuestros deseos. Esa sensación de vivir un verano en Canarias no se puede explicar con palabras, al igual que el amor. Amor por la arena negra que no se quiere desprender de nuestros tobillos cuando nos ponemos las cholas después de un día de playa, por la pinocha que sueña con vivir en nuestros tenis o playeras cuando regresamos a casa después de una chuletada o asadero. Amor por las aguas atlánticas que nos bañan y nos demuestran que solamente somos una pequeña parte de este inmenso planeta. Amor, simplemente, por celebrar con nuestros amigos y familia una hora más de felicidad. 

Y no queremos que Amaral sea quien tenga que bañar sus acordes en el petróleo de nuestras aguas porque preferimos que lo haga el guiri de calcetines blancos y cholas que una vez visitó las islas en guagua. Que sea él quien utilice su guitarra y que desde fuera, ajeno a nuestra cruda realidad, ponga la música sobre nuestras aguas canarias.

Ed Sheeran - "Tenerife Sea":



Hoy escribo de política, pero deseo no volver a hacerlo. Me resulta más fácil y apasionante tener que escribir sobre música. Acerca de una canción que, por qué no, pueda llegar a convertirse en la banda sonora de alguna relación entre dos personas. Una historia de amor que comience durante la estación del sol y que nunca acabe. Porque en Canarias, y con el permiso de Celia Cruz, la vida es un verano.

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