Desde que eres un crío te explican la importancia de la responsabilidad en la vida. Te enseñan que debes ser constante en las tareas, luchar hasta conseguir una profesión, o un título que así lo refleje, competir contra ti mismo, llevar tus límites al extremo y llegar a lo más alto. Sí, desde pequeño te intentan convencer de que el éxito profesional debe ser el objetivo primordial y definitivo en este sistema capitalista en que vivimos.
Cuando tienes 10 años sueñas con ser futbolista profesional, estrella del rock, piloto de aviones de guerra o astronauta. Mamá y papá se muestran entusiasmados con tus aspiraciones y les llena de felicidad pensar en que lo serás. Siempre aspirando a lo más alto, como venimos acostumbrando. Ya en la secundaria obligatoria tu conciencia baja desde el transbordador espacial de la NASA para asentarse y quedar atrapada en tu mente. Y entonces te ilusiona convertirte en médico, ingeniero, abogado, profesor, arquitecto o periodista. Pero cuando finalmente consigues el comprobante de bachillerato, tus expectativas han sufrido tantas idas y vueltas que se acaban transformando en la decisión más trascendental de tu vida hasta el momento. Entonces razonas y optas por un trabajo que te asegure un futuro. Uno en el que quizás puedas alcanzar el éxito que ansiabas de pequeño y así lograr que te recuerden.
Mientras estudias la carrera de derecho tu máxima aspiración sería convertirte en político. Alcalde del pueblo, presidente de la autonomía o líder de tu región. Diferentes propuestas según el alcance de tu transbordador espacial. Acabas los estudios superiores y ya eres profesional. Trabajas duro y luchas por un puesto de trabajo digno. Lo consigues.
Como jefe de tu comunidad autónoma tienes una imagen pública, la gente te conoce, habla de ti, te critica y te alaba. Todo mientras tú continúas llevando al extremo tus habilidades… no te conformas, quieres seguir ascendiendo. Y en ese camino hacia la presidencia del país vas olvidando algunos de los valores más importantes que una vez te enseñaron: la responsabilidad. Y te pierdes. Eres corrupto. El dinero que has robado a los ciudadanos que lideras lo escondes en paraísos fiscales y, aunque nunca se sepa sobre el delito que has cometido, logras alcanzar tu objetivo y el del sistema en que viviste pero ahora presides. Nadie lo sabe, pero hasta entonces serás recordado como un héroe de los derechos humanos. Serás recordado por tu labor de constancia y competencia. Serás recordado por haberte convertido en un modelo a seguir de superación y esfuerzo. Serás recordado, o al menos tendrás tu nombre en la placa de una calle.
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