lunes, 11 de noviembre de 2013

Enseñar carne y ganar pasta


Esta semana, como es habitual, no me he perdido nada acerca de las últimas novedades musicales. Mis lecturas de análisis y repaso a aquellas revistas de música que considero importantes, que casualmente muchas coinciden con las más relevantes, no han cedido y persisten en lo más profundo de mis inquietudes y pasatiempos. Sin embargo, hacía mucho tiempo que no me tropezaba con una noticia que causara tanta impresión en todas ellas, que fuera criticada tan severamente o que incluso traspasara los soportes tanto impresos como digitales, para colarse finalmente en los telediarios de todas las cadenas. Sí, hacía mucho tiempo que no era testigo de un hecho semejante.

El protagonismo que ha ido adquiriendo el fenómeno mediático ‘’Miley Cyrus’’ podría considerarse en pleno apogeo. Y la chispa que encendió la controversia de todo lo que este nuevo portento acapara hoy en lo que leo, comenzó su estela a partir de una actuación en la gala de premios ‘’MTV’’ de la que fue un día la dulce y admirada actriz de la serie Disney ‘’Hannah Montana’’. Desde su actitud chulesca con la que pisó el escenario, sin olvidarnos de la coreografía que sobrepasaba la línea de lo sensual hacia lo erótico y vulgar, con un vestuario excesivamente ligero de ropa, hasta adentrarse en el más absoluto ridículo. Todo ello acompañado de algún que otro desafine. Sin duda sería la puesta en escena de la noche que no olvidaríamos…por mucho tiempo. Pero más allá de su actuación en los mencionados premios, que cada año sirven algún tipo de polémica -ya sabes, no es la gala de los Grammy-, la intérprete de ‘’We Can’t Stop’’ no ha cesado de crear controversia por allá adonde va.

Miley Cyrus no es la única ‘’cantante’’ –si es este el motivo por el cual es famosa– que se ha sumado al nuevo comercio de la música: enseñar carne y ganar pasta. Otras, como Rihanna, ya son celebridades especializadas en ello. Elaboran –o les preparan– temas que serán catalogados como temazos o hits, con melodías simplonas, pegadizas, aunque no sin antes pasar por el desfibrilador de sonidos electrónicos, acompañados de vídeos que, si no rozan la censura, deberían estar clasificados para el público adulto. Parece fácil, pero hay que tener un buen físico para zambullirse en este negocio, eso sí. Todas ellas, y es que parece que cada vez son más las mujeres que se contagian de esta nueva estrategia comercial, poseen aspectos destacables en común: la consumición de drogas, la grosería o, el más importante, el éxito que consiguen gracias a sus trabajos. A pesar de todo…no es tan mal negocio. Aunque los daños colaterales los sufren sus seguidores –la inmensa mayoría adolescentes– que siguen el ejemplo de su ‘’cantante favorito’’. Y es que los nuevos y jóvenes artistas del pop comercial parecen sumergirse en este tóxico comercio, donde acabarán transformados en un simple producto con fecha de caducidad.

Echo de menos aquellas jóvenes promesas que apuntaban a convertirse en estrellas de la música con tan solo 15 años. Que enamoraban con su voz y emocionaban con sus puestas en escena. Y, lo más importante, que con el paso de los años no cayeran en las infectadas redes del conformismo comercial, labrando su estela y consagrando su nombre en el firmamento. Pero, sobre todo, que aparecieran en mis lecturas diarias, saltaran de medio y acaparasen los telediarios de todas las cadenas. Sí, lo echo de menos. 

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