lunes, 18 de noviembre de 2013

La casa de Bernarda Alba vuelve a cobrar vida



El pasado domingo las paredes de la casa de Bernarda pudieron hablar de nuevo. El teatro Guimerá, en Santa Cruz de Tenerife, se convirtió en la máquina del tiempo que consiguió transportar al público 77 años atrás, hasta una España de apariencias y envidias sumamente preocupada por el qué dirán. Una ardua labor, sin duda, que supo representar a la perfección la compañía Timaginas Teatro.

La función tuvo que ser retrasada media hora más, hasta las 20:30 h. En la calle, a 30 metros del teatro, el carnaval se adelantaba en Tenerife. ''ExpoCarnaval'', una exposición sobre los diferentes carnavales de las islas, concluía su jornada con una gran fiesta de disfraces, comparsas, murgas, alegría y mucha música…pero impidió que Bernarda y sus hijas, ya de vuelta del funeral de su padre, pudieran ser escuchadas con claridad por los viajantes del tiempo. Sin embargo, los asistentes validaron finalmente sus pasajes a bordo del Guimerá cuando abrió sus puertas. La nave Nuevo Futuro zarparía hacia el pasado en cuestión de minutos.

Una vez todos en sus asientos, el ''abróchense los cinturones'' fue sustituido por un ''apaguen sus móviles''. La luz de las lámparas fue menguando y, de pronto, la voz del comandante Lorca parecía escucharse de nuevo tras su muerte en 1936. A partir de entonces, llegados a nuestro destino, fuimos testigos de uno de los días más largos y duros que la España literaria recuerda.

La Poncia, con ayuda de otra de las criadas, limpiaba el escenario para la llegada de las mujeres de luto. Ya no había vuelta al presente. El odio, la pena, el rencor o la amargura se podían advertir en las palabras que cada una de las hijas pronunciaron durante casi las dos horas de duración del viaje. Todos estos sentimientos controlados, cómo no, a golpes y a través del bastón de la figura imponente de Bernarda. El ambiente fue envuelto por una atmósfera de angustia e intriga gracias a la magia del teatro. Aunque también se pudieron respirar momentos más divertidos en las ocasiones en que la locura de María Josefa, madre de la viuda y abuela de las cinco hermanas, lograba escapar del cuarto en el que permanecía encerrada. 

El triángulo amoroso entre tres de las hermanas (Angustias, Adela y Martirio) fue el motor principal de la tragedia final. El público se vio encarnado en la magnífica interpretación del personaje de La Poncia, que todo lo sabe, y comprobó cómo Angustias, la mayor de las hijas, preparaba su casamiento interesado con Pepe el Romano, omnipresente en la obra. Martirio (quizás el personaje más complejo de todos), resentida de la vida, mostró a los asistentes que también ella acabó atrapada en las redes de éste. Sin embargo, el amor era correspondido entre El Romano y la menor de las hermanas, Adela. Su espíritu joven fue quien se rebeló contra la autoridad de Bernarda Alba, en una discusión representada con verdadero odio entre las actrices, cuando ésta es consciente del entramado que se vive bajo sus techos. 

El drama, frenético y sin descansos, culminó con el suicidio de Adela. Y entonces los turistas del pasado, impactados ante la gran capacidad de las artistas que lograron trasladar la tragedia con éxito, acabaron emocionados con el discurso final de Bernarda. Ésta junto al resto del reparto fueron despedidas entre una clamorosa ovación. 

De vuelta al presente siglo, mis compañeros de abordo abandonaron la nave mientras comentaban el increíble viaje que acababan de experimentar. Finalmente yo también me bajé del Guimerá. Fue entonces cuando recordé que me había propuesto salir a la calle ese día sin que me atracaran. Lo logré, y es que no fui al cine. Aquélla noche me dejé hechizar por el encanto del teatro.



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