sábado, 16 de noviembre de 2013

Internet, un arma de doble filo para la música



De niños siempre soñábamos con ser estrellas de rock. Subirnos encima de un escenario y desgastar las gomas de nuestras zapatillas. Sentir el aliento de miles de personas coreando las letras de nuestras canciones. Canciones que se habían convertido en himnos de una generación, incluidas en álbumes repletos de historias y experiencias. Aquellos que batían récords de venta. Era la esencia de la música y de su espectáculo. La seducción. Representaba al dedillo lo que nuestros ídolos habían conseguido. Sí, maestros en todos los sentidos. Ellos eran talentosos, inteligentes, ambiciosos, magos, perfectos. Y nosotros formábamos parte del fenómeno ''fan'' que aguantaba horas en las colas kilométricas que se formaban para conseguir entradas para sus conciertos, para hacernos con sus últimos discos o para que nos lo firmaran. Pero toda esta magia, por desgracia, se fue perdiendo progresivamente mientras Internet iba creciendo.


Hoy en día ''YouTube'' se ha convertido en el portal de vídeos en la red más visitado en el mundo. Y para la industria musical, por tanto, es casi imprescindible firmar un contrato con esta empresa…si tenemos en cuenta que una de cada cuatro horas que pasamos conectados a internet la dedicamos a ver vídeos. Precisamente a través de esta web se han batido récords de reproducciones de videoclips. Actualmente es el coreano Psy y su tema Gangnam Style quien lidera el ránking con más de un billón de visitas en su vídeo musical. A través de esta plataforma también han emergido nuevas promesas musicales. Adolescentes, en su gran mayoría, que se han convertido en músicos millonarios después de que las visitas en sus respetivos canales de vídeos subieran como la espuma. El ejemplo más claro, el canadiense Justin Bieber. El nuevo ídolo juvenil. La nueva estrella del pop. El nuevo modelo de masas.

No obstante, ¿de qué sirven todos estos logros cuando sabemos que cualquiera tiene la posibilidad de crear más de una cuenta personal, con distintos perfiles, con el objetivo de alimentar las reproducciones de los vídeos? ¿Son justos todos estos reconocimientos? ¿Es lícito votar a través de internet para elegir la canción del año o el artista del momento? Son preguntas cuyas respuestas parecen más que evidentes. O eso creo. Pero cuando digo, y afirmo, que la música ha perdido su magia, no solo me refiero a este tipo de catástrofes. ¿Qué ocurre con las ventas? Los álbumes, los sencillos y los videoclips circulan filtrados por la red horas, días, semanas o incluso meses antes de que el artista en cuestión saque a la luz su material musical. Un material en el que ha estado trabajando y que ha ido perfeccionando para darnos lo mejor de sí. ¿Quién se atreve a robar ese esfuerzo y, lo que es peor, difundirlo por todo el mundo a través de un solo click?

Pero esto no acaba aquí. No nos conformamos. El público necesita, demanda, o así se demuestra, ver a sus ídolos en su día a día. Estar al tanto de cada paso que dan, de cada decisión que toman…como si es la de ir al supermercado a por una barra de pan. Aquellos que logran llegar sin antes ser acosados por los paparazzi. Y se crean rumores, de todo tipo. Se extienden por la red. Dan vida a una mentira y la gente se la cree. Es entonces cuando empezamos a odiar a ''los famosos'' y sus ''malos hábitos''. En este caso una imagen no vale más que mil palabras. A esa imagen del artista que circula por la red día tras día no le podemos poner vida, forma o sentimientos, porque no la tiene. Es solo una imagen. Y nosotros no tenemos ni idea. Aunque más triste es aún que el propio cantante muestre su vida privada, para vender. ¿Vender el qué? Me pregunto... ¿su música? ¿su talento? Ganar dinero a través de polémicas. Será eso.

De pequeños soñábamos con ser estrellas del rock con todo lo que conllevaba serlo. ¿Con qué sueñan los pequeños de ahora? No hay sueños sin ilusión. La ilusión no existe, porque la magia ha desaparecido.

Afortunadamente las personas con talento siguen existiendo. Aquellas que llenan estadios, que agotan entradas en cuestión de minutos para toda una gira mundial, que venden álbumes logrando certificaciones de oro o que consiguen de sus canciones que sean recordadas en la historia de la música. Dichosos que cantan, porque saben hacerlo, en directo, sin engaños, y que se mueven por el escenario con movimientos versionados pero inimitables. Ídolos y, además, héroes. Porque pese al arma letal de internet que acecha sus trabajos, son capaces de devolvernos la magia. Una magia difícil de encontrar en nuestros días. Y es entonces cuando volvemos a convertirnos en lo que éramos. En niños pequeños.

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